Llevaba algún tiempo viviendo en el pueblo y me había
convertido en uno de ellos. Ya no era el arqueólogo gringo sino George o
Jorge.
Ese día me levanté muy temprano. Por la noche tendría mi
iniciación con la ayahuasca, con el chamán del pueblo.
A la noche, Lupita, una amiga que había
intercedido ante el chamán por mí, me recogió en casa. Luego nos dirigimos a la
casa del chamán, en las afueras del pueblo. La ceremonia se llevaría a cabo en
el patio.
Luego de tomar la bebida, el chamán y Lupita, quien me
acompañaba durante la ceremonia, cambiaron sus rostros, transformándose en
antiguos indios manteños. Luego se sucedieron muchas visiones, unas que
parecían tan reales.
En algún momento salí de la casa del chamán y me fui a la
playa. Cuando llegué, vi lo que parecían dos pulpos de tamaño humano salir del
agua y acercarse a mí.
-Hola, dijeron.
-Hola, respondí, sin salir del asombro por lo que estaba
pasando a causa de la ayahuasca.
-Cálmate, dijo uno de ellos. No te haremos daño.
-Bueno, las visiones no lastiman, respondí.
-No entiendo, dijo uno de los pulpos.
-Olvídalo, dije, pensando en lo loco que era tener una
conversación con una visión.
-Necesitamos conseguir un taller mecánico.
-¡Un taller mecánico! exclamé. ¿Por qué querrían un taller mecánico?
pensé. Nunca me había imaginado que un viaje con ayahuasca hubiese sido tan
raro.
-Sí, un taller mecánico. ¿Puedes decirnos dónde podemos
encontrar uno?
-Bueno, a doscientos metros de aquí, dije haciendo un gesto
con la mano señalando el camino al taller. Pero ahora es medianoche, está
cerrado...
-Gracias, respondieron.
Y luego desaparecieron. Pero cuando estaba a punto de pensar
en todo lo que había pasado en esos últimos minutos, volvieron a aparecer
frente a mí.
-Gracias de nuevo por el dato, dijeron. Encontramos el
repuesto que necesitábamos. Preguntando por ahí encontramos la casa del
mecánico. Su esposa se quedó impactada al vernos, pero cuando salimos de su
casa, borramos de su memoria todo lo relacionado con nuestra inesperada visita.
-Espera, dije. ¡Ustedes no son pulpos! ¡Ustedes son... extraterrestres!
-Pues así parece.
-¡Dios! grité. ¡Y pensé que eran una visión por la bebida
que había bebido hace un rato!
-Bueno, no entendemos a qué te refieres con
"bebida", pero sí, no somos de acá.
Yo no lo podía creer. Mientras estuve bajo los efectos de la
ayahuasca había tenido contacto con extraterrestres, sin darme cuenta, y ahora
se iban.
-Espera, les dije. Llévenme con ustedes.
-No tenemos ningún problema con eso, dijeron los
alienígenas. Solo una cosa: somos vegetarianos.
-No hay problema, respondí. Al final, nadie me iba a extrañar. Mi única preocupación era
quién prepararía el informe semestral del complejo arqueológico, para el
Ministerio de Cultura.
por Sergio Palomeque